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Una cuestión al estilo tomista sobre el discernimiento espiritual con un apéndice sobre el discernimiento comunitario

Una cuestión al estilo tomista sobre el discernimiento espiritual con un apéndice sobre el discernimiento comunitario

Proemio

Debemos tratar sobre el conocimiento de la voluntad divina propia para cada persona. Ahora bien, para salvarse es necesario no morir en estado de pecado mortal, por lo que parece superfluo plantearse si Dios tiene un plan pensado que cada persona deba seguir, pues cualquier camino sería válido para salvarse siempre que se salvaguarde el cumplimiento de los mandamientos que conocemos por la revelación. Por ello, en esta cuestión trataremos los siguientes artículos:

  1. Sobre la posibilidad de conocer la voluntad de Dios
  2. Sobre la necesidad de este conocimiento para la salvación del hombre
  3. Sobre los modos de conocer la voluntad de Dios
  4. Sobre la posibilidad de un discernimiento comunitario

Art. 1. Sobre la posibilidad de conocer la voluntad de Dios.

Objeciones

  1. La distancia entre el hombre y Dios es tan grande y la razón humana tan limitada, que es imposible para la persona conocer la voluntad de Dios.
  2. Dada la limitación de la razón humana, tocada por el pecado original, en el conocimiento de la voluntad de Dios el hombre está condicionado por muchos deseos inconscientes que le llevan al engaño.
  3. La voluntad de Dios ya ha sido expresada tanto en el Antiguo Mandamiento como en el Nuevo, por lo que este conocimiento es suficiente para el hombre.

Contra esto

Vemos que en el Evangelio, y a lo largo de la historia, Cristo ha manifestado su voluntad a numerosas personas a las que ha encomendado misiones concretas. Por ello,

Respondo:

Estas personas, generalmente santos, son la prueba suficiente de que sí es posible conocer la voluntad particular de Dios, no solo la general manifestada en las escrituras para todo el pueblo de Dios.

Respuestas:

  • A la primera dificultad. Es cierto que la distancia entre Dios y el hombre es infinita, por lo que el hombre, con su razón solo puede conocer la existencia de Dios, y un número limitado de sus atributos, como por ejemplo, su libertad y bondad[1]. Ciertamente es imposible para el hombre el conocimiento de sus libres decisiones, pues entre otras cosas, si se diese ese conocimiento por parte del hombre, respondería a algún tipo de necesidad en Dios, y por ello, perdería su libertad absoluta y estaría determinado por algún tipo de necesidad, lo cual es contrario a la razón que no puede conocer las decisiones libres de otras personas. Ahora bien, dicho esto, el modo habitual que Dios tiene de actuar es por medio la revelación que hace al hombre y es necesaria para su salvación. Esta revelación se le da para tener un mayor conocimiento de Dios que el meramente racional, de por sí difícil y no exento de errores, dado que el pecado original también afecta a la razón humana. La revelación abarca las verdades que es necesario creer para la salvación[2]. Por ello, para conocer el hombre la voluntad particular de Dios, necesita algún otro modo de conocimiento distinto al de la razón, mediante el cual, Dios se puede comunicar con él. Este modo de conocimiento, el hombre lo posee y es la conciencia. Basada en la razón y en la escritura, la Iglesia siempre ha afirmado su existencia. Por ejemplo, San Pablo afirma lo siguiente en la carta a los Romanos (2, 5): [los gentiles] … muestran que tienen escrita en sus corazones la exigencia de la ley; contando con el testimonio de la conciencia y con sus razonamientos internos contrapuestos, unas veces de condena y otras de alabanza. El Concilio Vaticano II dejó escrito lo siguiente: la conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla (GS 26). Por lo tanto, aun cuando para la razón humana es imposible el conocimiento de la voluntad particular de Dios para cada uno, sí es posible que Dios se la revele por medio de la conciencia.
  • A la segunda dificultad que trata de sobre los engaños del inconsciente para conocer la voluntad de Dios. Es cierto que el hombre tiene un mundo inconsciente en su psiquismo. Sin duda hay multitud de experiencias en nuestra historia personal que influyen en las elecciones que nuestra voluntad toma y que son anteriores al juicio de la razón sobre la realidad. Pero también es cierto que en la conciencia del hombre pueden actuar tanto Dios como el buen espíritu y el mal espíritu. Pero al versar el discernimiento sobre los contenidos de la conciencia, el inconsciente no determina, sino que influye, teniendo el hombre capacidad para conocer y distinguir las verdaderas inspiraciones espirituales de las disposiciones inconscientes de su voluntad[3].
  • A la tercera dificultad que considera que es suficiente conocer la voluntad general de Dios manifestada en la ley del Antiguo y del Nuevo Testamento respondo de la siguiente manera: Jesús no solo enseñó la necesidad de cumplir los diez mandamientos, que explicitó en el mandamiento nuevo del amor, sino que hizo además hizo llamadas particulares a personas concretas para que le siguiesen para llevar a cabo la redención de la humanidad. De hecho fundó la Iglesia sobre ellos. Por esto, sus interlocutores pudieron conocer la voluntad particular de Cristo sobre ellos. Llamó a cuatro de sus apóstoles para hacerlos seguidores de hombres y también a otros para encomendarles misiones similares. En los evangelios hay numerosos ejemplos de ello. De aquí se deduce que sus contemporáneos pudieron conocer claramente su voluntad particular. Una vez ascendido al cielo, su voluntad claramente se manifestó a san Pablo, quien por medio de una revelación, conoció el Evangelio como el mismo escribe: Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; pues yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo (Gal 1, 11-12). El caso de san Pablo prueba la posibilidad de conocer la voluntad particular de Dios. También a lo largo de la historia de la Iglesia se han dado numerosos casos similares en los que personas de modo inesperado han conocido el designio que Dios tenía para ellas. Aun cuando es verdad que la mayoría de las personas no han tenido experiencias religiosas en las que se la manifestase claramente la voluntad de Dios, esto no se debe a la ausencia por parte de Dios de una voluntad particular hacia ellas, sino más bien a causas internas de las personas por las que dicha voluntad no podía manifestarse. el hecho de que la mayoría de las personas no tengan experiencias místicas no quiere decir que estas estén reservadas a una élite o sean imposibles para un gran número de fieles. La razón por la que un receptor de radio no recibe una emisora generalmente no es que la emisora no emita, sino que el receptor no está sintonizado en la frecuencia de emisión. Análogamente podemos decir que para escuchar la voluntad de Dios es necesario dejar de escuchar la seducción del mundo y tener la voluntad dispuesta a aceptar el designio que Dios haya preparado para cada uno en nuestra creación. Dada la libertad que Dios ha dado al hombre, de modo general, el Señor no se la salta, pues obraría contra uno de los dones que el creador ha puesto en nuestra naturaleza.

Artículo 2. Sobre la necesidad de este conocimiento para la salvación del hombre

Demostrada la posibilidad del conocimiento de la voluntad de Dios, estudiamos la necesidad de su conocimiento para el hombre.

Objeciones

  1. Dado que para la salvación solo es necesario no morir en pecado mortal, no es necesario conocer la voluntad particular de Dios para cada uno;
  2. Parece que solo es necesario conocer su voluntad en los casos de llamada particular al la vida consagrada, no siendo necesario su conocimiento en la mayoría de las vocaciones cristianas.

Contra esto

el magisterio de la Iglesia enseña la vocación universal a la santidad de todos los fieles cristianos, por lo que parece necesario conocer la voluntad de Dios para vivir la santidad a la que Dios nos llama.

Respondo

  • A la primera dificultad: respondemos que hay varios tipos de necesidad. Para una planta el agua es necesaria para vivir, y sin ella se muere; además del agua, de la que no se puede prescindir, la planta tiene otro tipo de necesidades, como la luz solar, y determinados compuestos químicos para desarrollarse. Obviamente darle a la planta lo mínimo para que no se muera será perjudicial para ella, la hará enfermar, y sus frutos estarán reducidos al mínimo. Es más, la planta se está poniendo en peligro de muerte, dado que su naturaleza requiere algo más que lo mínimo para no morir. Análogamente, la naturaleza y el fin para el que el hombre ha sido creado requiere mucho más que una actividad simplemente pasiva en la vida. Quien conoce el fin para el que el hombre ha sido creado pondrá todos sus medios para conseguirlo, y entre ellos, ocupa un lugar principal el discernimiento de lo que Dios quiere para él. Por lo tanto concluimos que el discernimiento es necesario para que el hombre pueda llegar al fin que el creador le ha creado, que no es otro que la santidad, como enseña el Concilio Vaticano II.
  • A la segunda dificultad respondo que lo propio del hombre es disponer su corazón para que en él pueda actuar el Creador. Si bien es cierto que las vocaciones de especial consagración (vida religiosa, sacerdocio) necesitan una especial llamada del Señor y de la Iglesia, muchas veces conocida por dones místicos, también es cierto que el desarrollo de la vocación laical requiere del discernimiento espiritual para vivirla. Hay muchas cuestiones que se plantean a lo largo de la vida que requieren de un discernimiento profundo para no errar en la santidad. Un ejemplo de ello pueden ser los criterios de discernimiento para el número de hijos que un matrimonio debe tener, y se encuentra en la encíclica Humanae Vitae n. 10. Muchos más ejemplos se pueden poner, como el de ver si uno debe comulgar, cuánto tiempo debe dedicar a la oración, etc.
    Así, tanto los laicos como los clérigos en la Iglesia de Dios necesitan del discernimiento para vivir la vocación a la santidad, puesto que el discernimiento no es solo para la elección de estado, sino para toda la vida cristiana.

Artículo 3. sobre los modos de conocer la voluntad de Dios

Dado que el campo del discernimiento, es el campo de la conciencia, es necesario saber examinar esta para conocer la voluntad de Dios.

Objeciones

  1. Que el discernimiento se debe hacer orando para conocer la voluntad de Dios;
  2. Que el discernimiento consiste en una intuición subjetiva de la voluntad de Dios

Contra esto

La experiencia da que raras veces en la oración se nos manifiesta la voluntad de Dios, por lo que no parecer ser el método más adecuado y hay muchas personas a las que las intuiciones no le han mostrado el camino a seguir.

Respuestas:

  • A la primera dificultad: Si bien es verdad que el Señor es libre de comunicar su voluntad como le parezca, lo normal es que esta comunicación no ocurra durante la oración. Es cierto que a veces se reciben gracias especiales de Dios de las que el hombre no puede dudar y que pueden ocurrir en contexto de oración, pero lo normal es que Dios o sus ángeles se comuniquen de otra manera.
  • A la segunda dificultad respondo con la tradición de la Iglesia. La intuición subjetiva es muy fácil que produzca ideas equivocadas sobre la voluntad de Dios para cada uno, dada la influencia del inconsciente y la inclinación por la concupiscencia del hombre a apartarse de la voluntad de Dios y hacer la propia voluntad. Por ejemplo, en su libro titulado Colaciones, el abad Casiano muestra ejemplos de monjes que se han equivocado sobre lo fundamental para perseverar en la vida monástica hasta el final de la vida. Afirma que lo únicamente necesario para llegar al fin último de esta vocación es el juicio (diacrisis) de espíritus, fruto del Espíritu enumerado en la carta a los Gálatas (5, 22). Casiano afirma que este juicio se adquiere mediante la obediencia humilde a un hombre de Dios a quien uno le abre la conciencia. Este hombre ha de tener experiencia en el discernimiento por haber recorrido este camino para poder enseñarlo. No es raro que los hombres de Dios hayan aprendido el discernimiento aprendiendo el lenguaje que el buen o mal espíritu hablan en la conciencia del hombre. Ya se ha comentado que en esta área del psiquismo humano tienen acceso, Dios, los ángeles y la propia persona. Dependiendo de la orientación de la vida de la persona, las inspiraciones que llevan a Dios producen paz o desasosiego, si coinciden con la dirección de la voluntad de la persona hacia Dios o hacia si mismo u otros elementos mundanos. El libro de los ejercicios espirituales de san Ignacio da indicaciones muy útiles para aprender el discernimiento, indicaciones que provienen de la tradición cristiana que se inicia con san Antonio Abad en el desierto y sigue con Casiano, Evagrio Póntico y otros.

Apéndice: sobre la posibilidad de un discernimiento comunitario en nuestros días

En nuestros días (primer cuarto del siglo XXI) ha surgido con gran fuerza la necesidad del discernimiento comunitario en la vida de la Iglesia y en la toma de decisiones.

Ante ello, creo que hay que precisar lo siguiente:

  1. El discernimiento es la búsqueda de la voluntad de Dios mediante su acción en la conciencia humana. Por no existir una conciencia comunitaria colectiva, no cabe hablar de voluntad de Dios para un colectivo, por lo que parece que este término debe precisarse.
  2. El método de la conversación en el espíritu frecuentemente usado para el discernimiento comunitario puede ser útil en algunos casos, pero no en todos. Este método consiste en una escucha sin prejuicios de todos los que participan en el discernimiento y posteriormente una comunicación de las mociones del espíritu entre todos los miembros del grupo para concluir sobre el camino a seguir.
    • Para un individuo, es posible que la escucha de otros puntos de vista o el diálogo con ellos sea de utilidad para el conocimiento de la verdad. Pero esta escucha no es el criterio de verdad, sino un medio de profundización en ella. Por lo que siempre será necesario confrontar con la verdad revelada como criterio de discernimiento.
    • También es importante que el tema sobre el que se discierne sea conocido por las personas que participan del discernimiento. Siempre está bien el diálogo con personas de otras religiones, por supuesto, pero para decidir temas pastorales internos a la Iglesia no parece sea el mejor camino. Tampoco parece sea el mejor camino discernir temas morales con quienes no viven la moral de la Iglesia.
  3. El discernimiento comunitario no debe ser aplicado a esclarecer temas relacionados con la revelación en la Iglesia. Aquí es clara la voluntad de Dios, y el discernimiento se hace mirando a la tradición de un modo diacrónico, conforme a herramientas del magisterio y al método teológico.
  4. En algunos casos, sí es posible que exista una necesidad de discernir en comunidad algún tema concreto. Por ejemplo, en las deliberaciones sobre la pobreza que tuvieron lugar en la incipiente compañía de Jesús, al afectar este tema a toda la orden religiosa en los inicios de su fundación, sí que fue discernido por todos en común. Dependiendo de los temas sobre los que se discierna es necesario que las personas participen de la misma fe y tengan el mismo conocimiento de la revelación. No sería conveniente discernir, por ejemplo, sobre aplicaciones del mensaje del evangelio con personas que no acepten la divinidad de Jesucristo o la naturaleza sacramental de la Iglesia. La escucha puede ser muy interesante, pero no puede ser criterio de discernimiento por conocerse ya la voluntad del Señor y el camino a seguir.

Lo anterior no limita sino que precisa la necesidad del diálogo como camino, expuesta por Pablo VI en la encíclica Ecclesiam Suam. Tras dos partes dedicadas a exponer criterios doctrinales y a precisar el sentido verdadero de la reforma de la Iglesia en medio de la crisis posconciliar, Pablo VI dedica la tercera parte de la encíclica al diálogo con el mundo, con otras religiones, con los cristianos no católicos y el diálogo dentro de la Iglesia. Hay hermosas precisiones en esta encíclica útiles para el diálogo que deben ser tenidas en cuenta para no caer en el relativismo.

Notas

1. La Iglesia, recogiendo la enseñanza de la carta a los Romanos y el libro de la Sabiduría, nos enseña en el Vaticano I la posibilidad del conocimiento racional de Dios. Esta doctrina la expone el Concilio Vaticano II en la Dei Verbum 3:

Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio.

El magisterio sobre el conocimiento natural de los atributos de Dios está expuesto en la encíclica Humani Generis y el los discursos de Pío XII a la Academia Pontificia delas Ciencias.

2. Citamos de nuevo Dei Verbum:

Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, «últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo». Pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, «hombre enviado, a los hombres», «habla palabras de Dios» y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna. (DV 4)

3. La doctrina de los ángeles y los demonios pertenece a la revelación y es enseñada por el magisterio de la Iglesia. En Mt 18, 10 se lee lo siguiente: Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial. Los datos de la tradición lo atestiguan, por ejemplo, el Pastor de Hermas en la siguiente cita:

Hay dos ángeles en cada hombre: uno de justicia y otro de maldad.» «Señor», le dije, «¿cómo voy, pues, a conocer sus actividades si los ángeles moran en mí?» «Escucha», me contestó, «y entiende sus obras. El ángel de justicia es delicado y tímido, manso y sosegado. Por lo tanto, cuando éste entra en tu corazón, inmediatamente habla contigo de justicia, de pureza, santidad, contento, de todo acto justo y toda virtud gloriosa. Cuando todas estas cosas entran en tu corazón, sabe que el ángel de justicia está contigo. [Estas, pues, son las obras del ángel de justicia.] Confía en él, pues, y en sus obras. Ahora, ve las obras del ángel de maldad también. Ante todo, es iracundo y rencoroso e insensato, y sus obras son malas y nocivas para los siervos de Dios. Siempre que éste entra en tu corazón, conócele por las palabras.» «No sé cómo voy a discernirle, Señor», le contesté. «Escucha», dijo él. «Cuando te viene un acceso de irascibilidad o rencor, sabe que él está en ti. Luego, cuando te acucia el deseo de muchos negocios y el de muchas y costosas comilonas y borracheras y de varias lujurias que son impropias, y el deseo de mujeres, y la codicia y la altanería y la jactancia, y de todas las cosas semejantes a éstas; cuando estas cosas, pues, entran en tu corazón, sabe que el ángel de maldad está contigo. Tú, pues, reconociendo sus obras, mantente alejado de él, y no confíes en él en nada, porque sus obras son malas e impropias de los siervos de Dios. Aquí, pues, tienes las obras de los dos ángeles (n. 36).

La misma doctrina se puede encontrar en Casiano, Colación VIII. Esta doctrina pertenece a la tradición cristiana.