Moda y carisma; ¿Puede un carisma estar de moda?
Escribo estas letras en el blog de discernimiento que llevo, y que últimamente tengo muy abandonado. Son unas reflexiones que vengo haciendo desde hace tiempo sobre fenómenos actuales en la Iglesia, especialmente en el entorno que vivo.
Hace poco me comentaba un sacerdote que, al ofrecerse para ayudar en la formación a uno de los nuevos movimientos, le dijeron que ellos seguían para su formación los libros de su carisma; este movimiento es muy reciente, y quien decía esto lo decía con el convencimiento de que hay un carisma en el movimiento. Interesante que se piense que un carisma se forma en tan poco tiempo, y triste que se rechace algo que no sea de su grupo, lo cual coloca al grupo ante un problema de débil formación cristiana de la que no serán conscientes.
También, hace algo más de diez años, en conversación con un matrimonio amigo, se les escapó el comentario de que un grupo al que empezaba a ir mucha gente, estaba de moda; la esposa se dio cuenta de que había dicho algo que no sonaba bien, y reculó diciendo que atraía a mucha gente; quizá el subconsciente la traicionara.
Evidentemente no doy nombres de los movimientos en cuestión, porque solo quiero hacerme preguntas para discernir sobre estos fenómenos, hoy tan abundantes, intentando contestar la difícil pregunta de si son obra del Espíritu Santo o solo actividades humanas, por supuesto buenas.
¿Qué es un carisma?
Empiezo con una consideración sobre lo que es un carisma en la Iglesia católica. Carismas hay muchos y actualizan el don de Pentecostés. El Espíritu Santo, alma del Cuerpo de Cristo, sigue animando a la Iglesia en sus miembros, y algunos de ellos reciben un don, que con el tiempo, se convertirá en un carisma que luego se vivirá en la institución/grupo que se es posible que nazca. Un carisma es un modo de vivir el Evangelio en plenitud, de ser discípulo de Cristo, y que antes ha vivido un fundador. Así, muchos de los fundadores han sido canonizados, aunque esto no es necesario. Por esto, un criterio de discernimiento de un carisma es ver si de verdad contiene todo el Evangelio, desde la encarnación, la Cruz, la resurrección y Pentecostés. Pienso, por ejemplo, en san Francisco de Asís, y su vida de pobreza, o en san Ignacio de Loyola, su conversión y estancia en Manresa y las purificaciones que experimentó allí, de donde provienen los Ejercicios Espirituales; También en s. Carlos de Foucauld, o san Juan Bosco, por poner más ejemplos, y en las innumerables congregaciones femeninas, como la que fundó la Madre Teresa de Calcuta y tantísimas otras.
Vivir, p. ej., la Encarnación significa que uno elige la humildad y sale de sus caprichos para vivir una vida de entrega hacia los pobres, y asimila en su vida las actitudes del Verbo de Dios cuando al encarnarse en el seno de la Virgen María. Vivir el misterio de la Cruz quiere decir tener una actitud interior de dar la vida, hasta la muerte, por amor a Dios y al prójimo. Conocer a Jesús, el Cristo vivo, implica que los evangelios son la fuente de la vida espiritual, se les conoce y se les vive. Vivir el evangelio quiere decir no ser mundano llevando una vida de imitación de Cristo. Quiere también decir que la participación en la Eucaristía es la fuente de la vida espiritual, pues en ella comemos y bebemos el cuerpo y la sangre de quien dio su vida por amor al hombre. Todos estos elementos deben estar presente en un carisma verdadero.
Resumiendo: en la formación del carisma, primero una persona tiene un modo especial de vivir el Evangelio, y después, este modo se convierte en un don para sus seguidores. Recordemos que vivir según el evangelio (el seguimiento de Cristo) es la vocación de todo cristiano.
También se han dado en la Iglesia falsos carismas. Me comentaba hace poco, un exmiembro de una congregación religiosa, que él se confesaba de cruzar las piernas cuando estaba sentado, algo que estaba prohibido en sus reglas. Conozco las motivaciones por las que entró en ese grupo uno de sus miembros; buscaba la radicalidad, y creía que seguía a un santo que había iniciado una obra santa. Yo me pregunto si no había también motivaciones subconscientes que necesitaban ser purificadas, como el deseo de pertenecer a un grupo de elegidos, u otras similares. Por desgracia en este grupo no había un carisma de seguimiento de Cristo pobre, sino que por el contrario había una gran obra de manipulación. Sus miembros han hecho un gran esfuerzo por renovarlo.
¿Qué es una moda?
¿Y qué son las modas? Leyendo algo de sociología he sacado la conclusión de que una moda es un uso o costumbre asumido por un grupo de gente que dura un determinado tiempo y luego se cambia. Este uso a veces lo buscan quienes usan la modas para marcar una distancia con otro grupo que inconscientemente consideran inferior. En el mundo de la moda actúan dos mecanismos poderosos que tiene todo ser humano y que producen la capacidad de la moda para imponerse. Estos dos mecanismos son la búsqueda de la novedad y la necesidad que todos tenemos de pertenecer a un grupo y de ser aceptado por él. Por esto, claramente no estamos libres del poder de las modas en el mundo religioso, y tanto más poder tendrán cuanto más débil sea la personalidad del sujeto sometido a su influencia. La moda tiene, además un efecto secundario peligroso: la despersonalización o debilitamiento de la voluntad de las personas, pues no se actúa por la búsqueda del bien, de la verdad y de la belleza, sino que hay un interés egoísta latente en el hecho de querer ser aceptado por un grupo. El problema de las modas en el mundo religioso es que confunden el verdadero seguimiento de Cristo que se debe dar en el corazón del hombre con fenómenos superficiales que no fortalecen la voluntad humana uniéndola a la muerte y resurrección del Señor.
No quiero decir con esto que el cristiano que no se deje arrastrar por las modas deba ser extravagante, sino que sus criterios de elección deben ser el seguimiento y la imitación de Cristo, no la aceptación social o la esclavitud a las novedades. El cristiano que, viviendo el evangelio tiene claro que Dios es el rumbo de su vida, orienta todas sus elecciones y decisiones hacia el Señor y la vida eterna, no tanto siguiendo criterios que puedan ser superficiales.
Esto dicho, ¿puede haber movimientos que tengan éxito porque estén de moda? Y, ¿esto es bueno o malo?
A la primera pregunta respondo que sí puede haberlos, teniendo en cuenta que esto no quiere decir que no hagan bien, como veremos en la respuesta a la segunda pregunta. Mirando al pasado, creo que fenómenos religiosos de los que hace unos años se hablaba mucho, y en la actualidad están en segundo o tercer plano, se pueden explicar más por haberse puesto de moda que por la existencia de un verdadero carisma. Repito, han hecho bien, pero también han podido tener un aspecto negativo por no haber entrado a fondo en el evangelio y en la espiritualidad cristiana.
Mi respuesta a la segunda pregunta es que las modas religiosas tienen aspectos positivos y negativos. Si se sigue radicalmente a Cristo pobre, es bueno por supuesto; todos los santos que he mencionado antes son caminos avalados para seguir e imitar a Cristo, pero yo me pregunto si los fenómenos actuales son caminos de seguimiento radical de Cristo, cada uno según su estado. ¡Ojalá se ponga de moda el seguimiento de Cristo o la santidad en el matrimonio! Creo que otro criterio de discernimiento es si se da una buena formación teológica y filosófica, lo que lleva esfuerzo, y si se conocen y se viven en plenitud los 4 evangelios y las cartas de san Pablo. Sin conocer a Cristo vivo es imposible vivir la santidad.
Podríamos añadir más criterios de discernimiento, como el de no confundir la vida espiritual con el sentimentalismo o emotivismo, o la centralidad de la Eucaristía y la Palabra en la vida cristiana. Temo que si estos elementos no están, no estamos ante verdaderos carismas.
P. Javier Igea, pbro.