Sobre las distracciones en la oración (Casiano)
Las líneas siguientes están tomadas de las Colaciones de Casiano y describen de manera muy viva lo que pasa muchas veces en la oración de los principiantes. La respuesta bien podría haber inspirado la adición ignaciana de un momento antes de laoración me pararé mirando qué voy a hacer la en la misma y poniéndome en disposición de hacerla.
Cómo fijar en la mente los pensamientos espirituales
GERMÁN. Te habíamos pedido que nos dieras la ciencia espiritual. Has hecho más, pues nos has hablado también de la perfección. Y todo, en términos tan claros y precisos como podíamos desear. ¿Puede haber algo más perfecto y sublime que poder encontrar a Dios por el más corto camino y por la meditación de un solo versículo franquear las fronteras de lo visible? Porque con él abrazamos en pocas palabras todos los sentimientos que puede engendrar la plegaria.
No nos queda ya más que aprender una cosa. Este versículo que nos brindas como una fórmula de oración, ¿cómo podemos retenerlo y fijarlo en nuestra mente? Libres, por gracia de Dios, de la vanidad de los pensamientos del mundo, ¿cómo guardar de una manera constante los pensamientos espirituales?
Porque ocurre con frecuencia que concibe la mente la inteligencia de cierto pasaje de un salmo. En seguida se olvida de él sin advertirlo, y el alma, en su inconsciencia, fija su atención en otro texto de la Escritura. Se dispone a meditarlo; pero antes de penetrar a fondo su sentido, inmediatamente surge en su mente un nuevo texto, rechazando, «ipso facto», el precedente. Entre tanto, sobreviene otro, y nuevo cambio.
De este modo el alma va dando tumbos de salmo en salmo; salta del Evangelio a San Pablo, de San Pablo a los profetas, para fijarse después en cierta historia bíblica edificante. Inconstante y vagabunda, discurre de acá para allá por los campos de las Escrituras. Ni sabe rechazar ni sabe retener nada que le plazca. Imposible en este plan profundizar ni esclarecer nada hasta el fin. Displicente y veleidosa, no hace más que tocar a la ligera y desflorar los pensamientos santos, sin producir ni centrarse en ninguno en realidad. Siempre en movimiento, siempre errante y a la ventura, incluso en el tiempo de la sinaxis, se derrama en todas direcciones. Diríase víctima de la embriaguez. Y claro es que en estas circunstancias no cumple cual conviene con ninguno de sus oficios y deberes. Así, verbigracia, es la hora de la oración. Vuelve con el pensamiento sobre algún salmo o alguna lectura.
Si canta, piensa en otra cosa de lo que dice el salmo. Si lee en voz alta, empieza a proyectar algo que debe hacer después, o se ocupa en lo que ha hecho con anterioridad.
De esta suerte, ni acoge ni admite con fijeza ningún tema a propósito para detenerse en él o rechazarle. Parece un juguete del azar. Ni siquiera está en su poder el retener o guardar las ideas en las cuales se complace.
No obstante, es de primera necesidad, para cumplir bien nuestros ejercicios espirituales, guardar constantemente en nuestro pensamiento el versículo que nos has dado como una fórmula de vida, para que el principio y fin de los buenos pensamientos esté en nuestra mano. Así nuestras ideas, lejos de fluctuar a capricho de la inconstancia, gozarán de plena consistencia bajo el dominio de la razón.
Respuesta: medio de fijar nuestro corazón y dar estabilidad a nuestros pensamientos
ISAAC. Aunque, según creo, he respondido antes suficientemente a vuestra pregunta, al tratar de la oración, no obstante, puesto que me pedís insista sobre ello, expondré brevemente el medio de fijar en Dios nuestro corazón.
Tres cosas dan solidez a un espíritu disipado: las vigilias, la meditación, la oración. La asiduidad y la aplicación continua a estos tres ejercicios establecen al alma en una firmeza inquebrantable. Esta, con todo, no se adquiere si no se consagra además a un trabajo continuo, inspirado no en motivos egoístas de codicia, sino en las necesidades sagradas del monasterio. Pues ahí está el medio de evitar las inquietudes y los cuidados de la vida presente, y hacer posible el cumplimiento del precepto del Apóstol: «Orad sin intermisión».
El que no ora más que cuando está de rodillas, ora muy poco. Pero quien, estando de rodillas, se abandona a todas las distracciones no ora nada en absoluto. También es preciso antes de la oración ponerse en las disposiciones que se quieren tener cuando se está consagrado a ella. Porque es una ley infalible que la actitud del alma depende entonces de las disposiciones que le han precedido. Y la veremos, ora elevándose hacia las alturas del cielo, ora abismándose en la tierra, según los pensamientos en los cuales se habrá entretenido antes de la plegaria.